junio 01, 2010

Pensamiento mágico y crisis

La escena política española actual es un laboratorio verdaderamente apasionante para analizar la reacción de la gente ante las situaciones complejas y el atractivo casi hipnótico que ofrece la propaganda que propone explicaciones simples y soluciones simples y sin dolor.

Si usted empieza a leer esta entrada y concluye que lo único que me interesa es defender al actual gobierno español, mucho me temo que usted pasa a ser de los ejemplos de quienes no quieren entrar en asuntos demasiado complejos que desafíen su visión simplista.

Mi intencionalidad aquí es únicamente demostrar, con un ejemplo que nos afecta a todos en España y en Europa, si no es que en todo el mundo, cómo el pensamiento mágico puede apoderarse de la conciencia pública con enorme facilidad merced en buena medida a algunos sesgos cognitivos propios de nuestra constitución cerebral. Evidentemente, si usted analiza cuidadosamente toda la complejidad actual concluirá distintos grados de responsabilidad del gobierno del PSOE, y no pretendo discutírselo. El tema, pues, no son las conclusiones sino la forma de llegar a ellas.

(Mucho me temo, sin embargo, que esto será como cuando analizo las reacciones de odio y sadismo infinitos de algunos antitaurinos, cuya capacidad no da para más que para acusarme de estar defendiendo la fiesta de los toros sin enterarse de qué hablaba yo. Pero bueno, intenté aclarar la situación.)

Crisis, lección 1

Una crisis económica internacional es un fenómeno de una complejidad enorme.

Tan enorme que incluso quienes dicen que son "expertos" en economía (y tienen bonitos diplomas de universidades importantes para sustentarlo) y se llenan los bolsillos a placer analizando la economía, dando consejitos y prediciendo lo que va a pasar mañana, suelen verse atrapados por las crisis con los pantalones en los tobillos y cara de imbéciles.

Tampoco es cosa que les importe mucho, porque de todos modos, una vez que estallan las crisis que no pueden prever, habrá quien les pague para que los orienten diciéndoles qué deben hacer para salir de la crisis.

¿Es irracional? Altamente. Pero es que la economía es irracional, y así se demuestra una y otra vez. En un estudio sueco, un chimpancé lanzando dardos a una diana con valores de la bolsa suele tener más éxito seleccionando la "mejor inversión" que varios expertos financieros. Un estudio del psicólogo británico Richard Wiseman enfrentó a un experto, un astrólogo y una niña que seleccionaba valores al azar. Partiendo con una inversión inicial de 5 mil libras, al cabo de un año, el inversor experto había perdido el 46% de su inversión, el astrólogo había perdido 6% y la niña que seleccionaba inversiones al azar había ganado casi 6%.

¿Por qué es tan difícil y compleja la economía? Porque en ella influyen muchos elementos humanos, pasiones, emociones, convicciones... y miedos. Un amigo solía decir que lo único más miedoso que un millón de dólares son dos millones de dólares. Y son los elementos humanos de miles, millones de personas interactuando, creyendo, opinando, suponiendo, temiendo... y deseando fervientemente ganar mucho, mucho dinero.

Entre eso y que casi nadie está en los negocios y en las finanzas para mejorar el mundo, combatir la pobreza o incrementar la justicia social, el esquema de la economía está normado por la ambición, la avaricia, la competitividad, la incertidumbre y el capricho. Visto desde fuera, es casi milagroso que funcione.

Curiosamente, cada vez que hay una crisis, en un esquema de crisis recurrentes sumamente llamativo, siempre aparece algún gurú económico diciendo que "la vio venir". Son tan falsarios como los que hoy dicen que predijeron el 11-S, el terremoto de México o el ascenso delirante de Lady Gaga.

El problema es que mientras los de arriba se sacan los ojos por algunos cuantos cientos o miles de millones de dólares o euros y se cuidan de no perder ni un céntimo partido por la mitad, los problemas económicos resultantes de esa danza dan de lleno bajo la línea de flotación de los más pobres o, en los países opulentos, de la clase media, trabajadores con pocos ahorros, muchas deudas y una sensación generalizada de que no pueden controlar la situación. Es injusto, pero en el esquema actual de este mundo, inevitable. Cualquier gobierno que pretenda que la crisis la paguen realmente los más ricos, sobre todo en un país capitalista de libre mercado y globalización financiera, verá cómo los capitales del país salen a toda prisa (basta teclear alguna clave en Internet) a refugiarse en Andorra, Suiza, Macao, Islas Tortuga, etc. y lo dejan para que se compre el pan con las definiciones ideológicas, a ver quién se lo vende.

Dicho lo cual, cada país resiente ese fenómeno tremendamente complejo (social, económico, político, cultural, aleatorio) que es la crisis de acuerdo a sus condiciones concretas. Pero esas condicones concretas tampoco son cosa tan sencilla. El "yo soy yo y mi circunstancia" de Ortega y Gasset también se aplica a los países. Por más que los políticos crean que cuando llegan al poder se reinaugura solemnemente la historia merced a su carisma y buen hacer (lo contrario del "después de mí el diluvio", algo así como "antes de mí ni el Big Bang"), con esa alegría con la que sobreestiman todos, llevan a cuestas la historia completa de sus naciones o comunidades. Y la historia no sólo en cuanto a la lista de gobernantes y batallas ganadas o perdidas, sino en cuanto a geografía, microhistorias, sociedad, clima, cultura y los demás miles y miles de elementos que conforman a una colectividad humana. Esto también se aplica a la oposición: su recurso al presente y al pasado inmediato suele ser una forma de concentrar las culpas en el adversario coyuntural, sin atender a los análisis serios de la complejidad que implica cada acontecimiento socioeconómicopolítico.

Esto hace que el que paga la crisis, agudamente alerta al hecho de que no tiene la culpa y sin embargo le pasan la factura, no suela tener la paciencia necesaria para analizar la complejidad total del problema. Su desesperación es, entonces, fácil presa del charlatán, del vendedor de humo, del villano simplificador.

Cáncer, que es sólo un ejemplo

El mejor ejemplo de cómo la desesperación puede convertir en alegre ejerciente del pensamiento mágico a cualquiera, sin importar qué tan inteligente, culto, simpático, guapo, avisado, crítico, racional y analítico sea, es la de una enfermedad. Especialmente una enfermedad de las que parecen horriblemente injustas, y que imponen una pesada carga emocional a sus víctimas.

Digamos, una persona que no fuma, que nunca ha fumado, desarrolla un cáncer de pulmón y la única forma de salvarle la vida es extraerle un pulmón y someterlo a quimioterapia durante un período determinado. Y aún así el médico no puede dar garantías totales de recuperación

El cáncer es una afección tremendamente compleja. A diferencia de lo que sugieren los medios, que hay "un gen" del cáncer (que proclaman que se descubre cada pocas semanas), o que "el cáncer" es causado por algún elemento del medio ambiente en concreto, la clase de enfermedades agrupadas bajo el nombre genérico de "cáncer" son procesos degenerativos que están correlacionados más o menos estrechamente con muy diversos factores genéticos, epigenéticos, fisiológicos, infecciosos, de exposición a ciertas sustancias, etc. Sabemos que los fumadores tienden a tener más casos de cáncer de garganta y pulmón, pero fumar no es una condena al cáncer y no fumar tampoco es una protección firme contra esa afección. Todo es una compleja danza de probabilidades, niveles de riesgo, cálculos más o menos fiables, suposiciones, correlaciones y muchas, muchas excepciones, incluidas las ocasiones en que un cáncer remite espontáneamente, algo que se calcula en uno de cada cien mil casos de cáncer, pero tampoco se sabe con certeza.

Del mismo modo, el tratamiento del cáncer es complicado, impreciso, y también está salpimentado con porcentajes, estadísticas, probabilidades, cálculos de riesgo, etc., etc. Sí, en general cada vez más personas sobreviven a un cáncer, pero nada garantiza que nosotros seamos uno de ésos y no uno de los que mueren. Cirugía, quimioterapia y radioterapia forman un arsenal poderoso pero no infalible.

Quien padece el cáncer de pulmón sin ser fumador está agudamente consciente de que no tiene "la culpa" que se supone que tendría si se fumara tres cajetillas al día. Sabe que tiene familia y todo el tema los trastornará tremendamente, que quiere vivir, que su forma de vivir va a cambiar radicalmente, que la incertidumbre se ha apoderado de su existencia. Sus reacciones emocionales son por tanto comprensibles. Busca primero un culpable, alguien en quién depositar la responsabilidad de su situación. Y es normal que busque también una solución, algo que mágicamente desaparezca el cáncer y devuelva todo a como estaba antes, eso que sólo ocurre en las historias de fantasía.

Compárese esto con la sífilis, una enfermedad que tiene directamente una única causa (la infección por la espiroqueta Treponema pallidum pallidum) y una curación con certeza de prácticamente el 100%: antibióticos.

Es evidente que hoy nadie del mundo de la charlatanería médica, pseudomedicina o "medicina alternativa, holística, natural, bioenergética, homeopática, tradicional e incapaz de probar sus afirmaciones" anda llenando las páginas de las revistas esotéricas con anuncios de "curación de la sífilis" como sí hacían antes del descubrimiento de la penicilina, no lo olvidemos. Antes, la sífilis era garantía de una muerte horrible, con desfiguramientos, ceguera y demencia... una perspectiva verdaderamente aterradora.

Pero los charlatanes sí están ofreciendo continuamente explicaciones alternatvias al cáncer, atribuyéndolo a una causa sencilla, que puede ser la contaminación, un complot farmacéutico, un aura descacharrada, una avitaminosis, un presunto trauma psicológico o cualquier cosa similar, y por supuesto ofreciendo una curación sencilla, total, 100% fiable, indolora y maravillosa que un grupo malévolo (que pueden ser los Illuminati o todos los médicos del mundo, conchabados con todas las enfermeras, todos los bioquímicos, todos los fisiólogos celulares, todos los farmacoquímicos, sin excepción) le están ocultando al paciente. El que trae la solución mágica se presenta como mesías o salvador.

Cuando hay desesperación y miedo a morir, mucha gente puede acudir a cualquier delirio, al que llegue primero y suene más convincente, aunque no pueda probar sus afirmaciones. Así se han hecho y se siguen haciendo ricos distintos personajes con curaciones ineficaces como el medicamento Laetrile mezclado con lavativas de café, masajes, lavados continuos de la cabeza con champú e inyecciones de células vivas de vaca. Éste en particular fue el régimen que se le aplicó al actor estadounidense Steve McQueen cuando desarrolló un mesotelioma (cáncer de los recubrimientos de los órganos del cuerpo). Por cierto que como hay cierta correlación entre este cáncer y el asbesto o amianto, McQueen decidió convencerse de que la causa de su cáncer era únicamente ésa. Murió a los 50 años. De cáncer sin tratar.

Vuelta a la crisis

Hablar de la crisis económica española es toda una aventura en el mundo de la confusión. Todo mundo que tiene alguna idea menciona distintos factores desde tiempos de la dictadura de Franco hasta la semana pasada, que pueden haber influido en la forma en que España ha reaccionado ante la crisis mundial. La complejidad del tema a nivel global se multiplica en progresión geométrica al tratar de entender por qué las cosas son como son.

Cuando la crisis disparada por la quiebra de Lehman Brothers se complicó aún más con un ataque especulativo sobre el euro destinado, como todo negocio, a ganar dinero a costa de lo que sea, en este caso la solidez de la economía europea, los gobiernos europeos tomaron una serie de decisiones que en España se tradujeron en un recorte que implicó la congelación de las pensiones, la disminución de salarios de los funcionarios públicos y otras acciones tan impopulares como una cirugía para cortarle a alguien un pie o extraerle un pulmón.

Ante esto, que exige no sólo un esfuerzo tremendo al público para informarse de cosas enredadas, hacer ejercicios complejos de valoración de multitud de factores, todo para quedarse exactamente donde están, pagando injustamente una crisis que no es su culpa, se yergue una idea repetida con entusiasmo propagandista. No hay problemas complejos, hay una sola causa, y no hay una solución difícil, compleja, dolorosa y poco certera, sino que hay una promesa de una solución simple, sencilla, indolora y que curará todos los males del país.

En resumen, se afirma que la única causa de toda la crisis en España es el actual gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Esa hipersimplificación, propia del pensamiento mágico, permite que los que pagan la crisis concentren toda su indignación en un solo blanco, un enemigo común, claro, fácilmente identificable.

Lo mismo ha hecho Bush atribuyendo todos los males a los musulmanes, o Hitler machacando que el desastre económico de la Alemania después de la Primera Guerra Mundial era culpa únicamente de los judíos, o Fidel Castro evadiendo todo análisis complejo para quedarse en que cuanto ha salido mal en Cuba el último medio siglo es culpa "del bloqueo estadounidense".

Los políticos saben que simplificar es atraer adeptos, votantes e incluso incondicionales.

La solución única, sencilla y perfecta tampoco existe. El que una persona repita incesantemente que si le damos la responsabilidad de llevar el timón todo el país funcionaría mejor, las pensiones subirán, no habrá recortes, todos tendrán autos nuevos y casas de ricos, empleo, vacaciones seis meses al año, sueldos de banquero, horario de funcionario y la Utopía nos alumbrará en el glorioso amanecer de su gobierno, sonaría absurdo si ocurriera en otro lugar. Pero para quien está enfrentado a un mal rato que amenaza con prolongarse, suena posible porque sería maravilloso que así fuera.

¿Por qué sería maravilloso? Entre otras cosas porque sirve a nuestro sesgo cognitivo de la "ilusión del control", es decir, alimenta nuestra tendencia a creer que podemos controlar o al menos tener influencia en cosas sobre las cuales no tenemos ningún control. El cáncer y la economía mundial son dos ejemplos. Cualquier cosa que nos confirme que podemos realmente hacer algo será bienvenida y aceptada de modo menos crítico que la opción que nos dice que estamos a la deriva. Es la misma superstición por la cual el jugador de dados sopla los dados, usa una "camisa de la suerte" o desarrolla "sistemas" que no funcionan.

Todo el proceso de propaganda del Partido Popular se ha centrado en evadir y negar la complejidad de la situación para limitarse a repetir, sin cesar, que el problema es uno y la solución es también una sola, tan simple como cambiar al actual presidente por el dirigente máximo del PP.

Ciertamente esto se podría sustentar si el partido opositor fuera capaz de presentar propuestas alternativas claramente mejores que las del gobierno, si en las comunidades autónomas y municipios por ellos gobernados la crisis se viviera de forma distinta, y la gente sufriera menos por los caprichos de los amos del dinero. Es decir, se podría argumentar racionalmente si hubiera datos para sustentarlo. Pero no habiendo datos, se acude a la venta de humo, la repetición del mensaje, el aprovechamiento de la legítima indignación, miedo, preocupación y desesperación de la población para moverla a la acción sin que esa misma población pida prueba alguna ni de que la causa es única ni de que la solución es efectivamente la propuesta.

Por supuesto, quienes no estamos en espacios de decisión no sabemos si había otras opciones al recorte que nos ha amargado el año. Nos dicen que sí, pero no cuáles. Nos dicen que no se debió aprobar, pero no se aclara si ello hubiera tenido consecuencias negativas que nos dejaran peor que el malhadado recorte. Estamos desinformados por quienes tienen el poder y por quienes quieren tenerlo a toda costa, eso es un hecho.

Actualización y añadido a las 12:30 del 1º de junio: La actitud desde el otro lado del espectro político, a la izquierda, no es muy distinta. Una crítica constante es que el gobierno español ha "traicionado su ideología" al tomar decisiones que "no son de izquierda". El pensamiento mágico aquí se expresa en un argumento implícito que más o menos señala que, si el gobierno fuera leal a sus convicciones, no habría emprendido el malhadado recorte. Por supuesto, los encargados de este lado de la propaganda no explican qué habría pasado entonces. En un delirio de voluntarismo (de nuevo, la "ilusión del control") se presupone que bastaría "no hacer los recortes" para resolver todo el problema. Un argumento complejo explicaría cuáles serían las acciones que deberían emprenderse para que la decisión de "no hacer el recorte social" no tuviera consecuencias negativas (o más negativas) para la sociedad española. Al tildar al gobierno de "inmoral" por hacer algo distinto a sus ideas, sin considerar todo el contexto socioeconómico y político, y erguirse como referente moral al igual que la derecha, pero sin sus posibilidades de alcanzar el poder, la izquierda representada por la coalición Izquierda Unida comparte el simplismo, el pensamiento mágico y las tendencias de propaganda emocional/irracional de sus presuntos adversarios de la derecha representada por el PP.

Evidentemente, cualquier mínimo ejercicio de racionalidad nos dice que es imposible que el presidente de gobierno tenga el 100% de la responsabilidad de todo cuanto pasa en un colectivo de 46 millones de personas viviendo en una economía de libre empresa, libre mercado y libre manejo del dinero ajeno, y ese mismo ejercicio nos indicaría que las afirmaciones de que la solución es facilísima y la tiene la oposicón, pero no la mostrará hasta que no esté gobernando es igualmente inaceptable, sospechosa y muy poco fiable. Pero que el pensamiento mágico en su vertiente simplista y de consuelo pide que no se haga ese ejercicio racional, y muchas personas por lo demás razonables y críticas están implicadas con fervor religioso en ese simplismo que parece mucho más justo, mucho más aceptable y mucho más atractivo que la opción. Aunque no sea sino el equivalente a la Panacea de Swaim para la sífilis.

Si se interesa, puede identificar otros sesgos cognitivos y prejuicios cognitivos en acción en toda esta crisis, el enfrentamiento político y las reacciones de unas u otras personas. Es una buena forma de prevenirnos precisamente contra esos sesgos cognitivos.

Y ahora apuesto que alguien ya estará empezando a escribirme un correo electrónico lacerante y febril acusándome de "defender al talporcual de Zapatero". En fin.